sábado, 12 de mayo de 2012

Todo y nada

A propósito de una fotos publicadas por perfil.com
http://www.perfil.com/fotogaleria/?filename=contenidos/2012/05/04/noticia_0036.html&fotoNro=3

En estos días Perfil.com publicó una serie de fotografías que muestran a tres amigas en una muestra fotográfica bastante particular: simulan estar robando una farmacia. La muestra no tendría nada de excepcional salvo por algunas circunstancias específicas: se trata de tres amigas ligadas por decirlo muy reductivamente al mundo fashion, en su vinculación con personalidades de la empresa, del modelaje e inclusive del rock nacional. La serie de fotografías están tomadas en una farmacia en Punta del Este en el marco del período vacacional y con la complicidad del cajero del local. ¿Por qué estas circunstancias estarían marcando alguna situación excepcional? O en el mismo sentido, ¿qué es lo que no cierra de este acontecimiento? O en la misma línea, ¿por qué se trata de un acontecimiento?
La frontera entre lo que queremos mostrar y lo que deseamos que permanezca en la privacidad se ha vuelto cada vez más endeble, porque la misma divisoria entre lo público y lo privado viene tambaleando hace rato. Las amigas que han emprendido este juego fotográfico son parte de un entorno en el cual la realización privada parece solo poderse lograr a través de la publicidad. No olvidemos que el término “publicidad” remite a lo público, poniendo en evidencia su problemática en nuestros tiempos: una cosa es que como ciudadanos participemos del espacio público como un espacio común en el cual dirimir y decidir sobre modelos de la buena vida para cada uno; y otra cosa es “privatizar” el espacio público convirtiéndolo –como en los realities o en los programas de chimentos- en una extensión de nuestra vida privada.  
Pero también los límites entre lo real y lo aparente se desdibujan, generando una sensación de patente borrosidad entre lo que puede ser pensable como una puesta y lo que puede corresponder a la realidad concreta. De hecho, toda la serie fotográfica se alinea en esta vaguedad que se vislumbra en el gesto especial de todos los participantes: no ríen ni actúan de verdad, sino que sonríen tibiamente. Es un interesante lugar desde el que manifiestan cierta ironía, cierta distancia frente a los lugares comunes que se reducirían a estar actuando o estar bromeando. Es más, la ironía quiere en su inconciencia mostrarse también en el paralelismo que se juega todo el tiempo entre las escenas de robo expuestas sobre el trasfondo de publicidades tradicionales de shampoo o maquillajes que las mismas protagonistas podrían haber realizado.
Esta ironía es la que genera un mayor impacto, sobre todo cuando se desplaza a la narrativa que se está contando: se trata de un robo, se trata de drogas farmacéuticas, se trata de la inseguridad. Se trata simbólicamente de una clase acomodada que en su discurso repetitivamente manifiesta su clamor frente a la inseguridad, a partir de este concreto tipo de acciones como el robo a mano armada de una farmacia para conseguir fármacos. Lo interesante es que en el imaginario la diferencia está puesta en la extracción social de los delincuentes. O dicho de otro modo; se supone que estas chicas jamás podrían robar de verdad una farmacia buscando drogas. O dicho al revés; si los actores de esta serie fotográfica hubieran sido chicos de la villa actuando con el mismo gesto irónico que estas amigas, se hubiera generado otro tipo de revuelo…
Es más, hay otra cuestión en juego y tiene que ver con el tipo de divertimento planteado: el que no necesita se divierte jugando a que roba, poniendo en ridículo la idea de que el que roba, lo hace por necesidad. Es que si el robo es un acto lúdico, ¿por qué no seguir sosteniendo el discurso injusto de que hay diferencias entre aquellos que roban por necesidad y aquellos que lo realizan solo para conseguir fármacos? Como si se pudiera aislar una cuestión social de una cuestión moral y encubrir los condicionamientos socioeconómicos de cualquier acción. O en todo caso aquí los condicionamientos operan al revés: el que no necesita, actúa como un necesitado. Está claro que cualquiera puede divertirse como quiera, pero ¿por qué justo hacer pasar la diversión por aquellos fantasmas que asolan permanentemente su propia tranquilidad? Las amigas están jugando al juego que en la vida real se supone que más les duele. Hay dos opciones: o no les duele tanto, o podemos volver sobre aquellos argumentos que nos hablan de la búsqueda de transgresión de quien todo lo tiene.
En este segundo sentido, la cuestión se nos presenta una vez más en un tono paradójico: quien parece que todo lo tiene, solo encuentra un algo más en su propia falencia. Tenerlo todo es que no falte nada y por ello tal vez la única posibilidad de algo diferente esté justamente en esa “nada” que no falta. Pero con este mismo argumento habría entonces que avalar la transgresión de quien no tiene nada y va por todo…

publicada en Revista Noticias el 12 de Mayo del 2012 con el título "Pibas chorras de mentira".

1 comentario:

  1. Se te ve el puñal abajo del poncho, Darío! Te fuiste de mambo racionalizando tu odio de clase. ¿Por qué no reírse de lo que más duele? ¿Por qué no hacerlo público? Me imagino que por la cabeza de estas chicas pasan las ganas de escandalizar con un poco de humor negro, y no veo nada condenable ahí. Les pareció original. Lo hicieron. No reían con toda la boca (será la conciencia de que estás haciendo algo que va a molestar: esa es la aventura)... y a otra cosa ¿Vamos a condenar todo humor negro?

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