http://www.perfil.com/fotogaleria/?filename=contenidos/2012/05/04/noticia_0036.html&fotoNro=3
En estos días Perfil.com publicó una serie de fotografías que muestran a tres amigas en una muestra fotográfica bastante particular: simulan estar robando una farmacia. La muestra no tendría nada de excepcional salvo por algunas circunstancias específicas: se trata de tres amigas ligadas por decirlo muy reductivamente al mundo fashion, en su vinculación con personalidades de la empresa, del modelaje e inclusive del rock nacional. La serie de fotografías están tomadas en una farmacia en Punta del Este en el marco del período vacacional y con la complicidad del cajero del local. ¿Por qué estas circunstancias estarían marcando alguna situación excepcional? O en el mismo sentido, ¿qué es lo que no cierra de este acontecimiento? O en la misma línea, ¿por qué se trata de un acontecimiento?
La frontera entre lo que queremos mostrar y lo que deseamos
que permanezca en la privacidad se ha vuelto cada vez más endeble, porque la
misma divisoria entre lo público y lo privado viene tambaleando hace rato. Las
amigas que han emprendido este juego fotográfico son parte de un entorno en el
cual la realización privada parece solo poderse lograr a través de la
publicidad. No olvidemos que el término “publicidad” remite a lo público, poniendo
en evidencia su problemática en nuestros tiempos: una cosa es que como
ciudadanos participemos del espacio público como un espacio común en el cual
dirimir y decidir sobre modelos de la buena vida para cada uno; y otra cosa es
“privatizar” el espacio público convirtiéndolo –como en los realities o en los programas de
chimentos- en una extensión de nuestra vida privada.
Pero también los límites entre lo real y lo aparente se
desdibujan, generando una sensación de patente borrosidad entre lo que puede
ser pensable como una puesta y lo que puede corresponder a la realidad
concreta. De hecho, toda la serie fotográfica se alinea en esta vaguedad que se
vislumbra en el gesto especial de todos los participantes: no ríen ni actúan de
verdad, sino que sonríen tibiamente. Es un interesante lugar desde el que
manifiestan cierta ironía, cierta distancia frente a los lugares comunes que se
reducirían a estar actuando o estar bromeando. Es más, la ironía quiere en su
inconciencia mostrarse también en el paralelismo que se juega todo el tiempo
entre las escenas de robo expuestas sobre el trasfondo de publicidades
tradicionales de shampoo o maquillajes que las mismas protagonistas podrían
haber realizado.
Esta ironía es la que genera un mayor impacto, sobre todo
cuando se desplaza a la narrativa que se está contando: se trata de un robo, se
trata de drogas farmacéuticas, se trata de la inseguridad. Se trata
simbólicamente de una clase acomodada que en su discurso repetitivamente
manifiesta su clamor frente a la inseguridad, a partir de este concreto tipo de
acciones como el robo a mano armada de una farmacia para conseguir fármacos. Lo
interesante es que en el imaginario la diferencia está puesta en la extracción
social de los delincuentes. O dicho de otro modo; se supone que estas chicas
jamás podrían robar de verdad una farmacia buscando drogas. O dicho al revés;
si los actores de esta serie fotográfica hubieran sido chicos de la villa
actuando con el mismo gesto irónico que estas amigas, se hubiera generado otro
tipo de revuelo…
Es más, hay otra cuestión en juego y tiene que ver con el
tipo de divertimento planteado: el que no necesita se divierte jugando a que
roba, poniendo en ridículo la idea de que el que roba, lo hace por necesidad. Es
que si el robo es un acto lúdico, ¿por qué no seguir sosteniendo el discurso injusto
de que hay diferencias entre aquellos que roban por necesidad y aquellos que lo
realizan solo para conseguir fármacos? Como si se pudiera aislar una cuestión
social de una cuestión moral y encubrir los condicionamientos socioeconómicos
de cualquier acción. O en todo caso aquí los condicionamientos operan al revés:
el que no necesita, actúa como un necesitado. Está claro que cualquiera puede
divertirse como quiera, pero ¿por qué justo hacer pasar la diversión por
aquellos fantasmas que asolan permanentemente su propia tranquilidad? Las
amigas están jugando al juego que en la vida real se supone que más les duele.
Hay dos opciones: o no les duele tanto, o podemos volver sobre aquellos
argumentos que nos hablan de la búsqueda de transgresión de quien todo lo
tiene.
En este segundo sentido, la cuestión se nos presenta una vez
más en un tono paradójico: quien parece que todo lo tiene, solo encuentra un
algo más en su propia falencia. Tenerlo todo es que no falte nada y por ello
tal vez la única posibilidad de algo diferente esté justamente en esa “nada”
que no falta. Pero con este mismo argumento habría entonces que avalar la
transgresión de quien no tiene nada y va por todo…
publicada en Revista Noticias el 12 de Mayo del 2012 con el título "Pibas chorras de mentira".
publicada en Revista Noticias el 12 de Mayo del 2012 con el título "Pibas chorras de mentira".
Se te ve el puñal abajo del poncho, Darío! Te fuiste de mambo racionalizando tu odio de clase. ¿Por qué no reírse de lo que más duele? ¿Por qué no hacerlo público? Me imagino que por la cabeza de estas chicas pasan las ganas de escandalizar con un poco de humor negro, y no veo nada condenable ahí. Les pareció original. Lo hicieron. No reían con toda la boca (será la conciencia de que estás haciendo algo que va a molestar: esa es la aventura)... y a otra cosa ¿Vamos a condenar todo humor negro?
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