Dicen que la palabra sana, pero a mi las palabras
me dan miedo. Dicen que hay que buscar las configuraciones invisibles, pero a
mi las construcciones lingüísticas me esclavizan, me someten, me abochornan.
Recorrer el habla para poder escuchar no su sentido, sino su sonido. Recorrer
el habla no para, o sea recorrerla para nada. ¿Pero por qué la palabra siempre
abre nuevas significaciones? ¿Por qué la palabra reproduce más palabras que intentan
dar sentido con palabras a lo que se supone que implica otro sentido, otras
palabras que no son las que se muestran? Anhelo ese Edén donde las palabras
reflejaban la verdadera naturaleza de las cosas, aunque siempre me quedará el
sinsabor de no haber podido clasificar a la palabra como una cosa. La palabra
no es una cosa, pero las cosas se nos presentan como palabras. Un mundo siempre
asimétrico que nos exige poner orden. ¿Pero no es el orden un castigo? En
definitiva, ¿qué es una palabra? Si ya la privamos de todo realismo, ¿no es
todo lenguaje en algún sentido una confesión? ¿Y no es toda confesión, en otro
sentido, la sustanciación de esta puesta que somos y que pretende
incesantemente romper la dicotomía entre lo verdadero y lo falso? Pero hay algo
peor (o mejor): ¿no es toda confesión, en última instancia, una manera de pedir
perdón? Así la ciencia pide perdón por la manipulación de la naturaleza y así
el arte pide perdón por hacernos digeribles los sinsentidos. Así la política
pide perdón por ocultar las injusticias originarias y así la religión pide
perdón por que no hay perdón. No, no lo hay. Nadie termina nunca de salirse de
sí mismo, nadie se expropia. Nadie perdona dice Derridá lo imperdonable y por
eso el perdón es imposible. Dar es imposible. Los vínculos son imposibles. Lo
único posible es parece terminar siendo esta podredumbre que se interioriza en
este olor que algunos llaman el yo. Es que la confesión nunca arranca las
entrañas, no es entrañable. Nada es entrañable, sino que lo que duele y lo que
goza siempre es del otro. La confesión es para otro. Es siempre esa puesta
donde se juega la tensión entre lo que ya no quiero ser y lo que ya se que no
voy a querer ser mañana cuando lo sea, y sin embargo lo único que importa es
que el otro te crea y esa doble mentira (el otro que te miente para que uno se
mienta) te transforme. Te convierta. Toda confesión es una conversión, pero
nunca es honesta. La honestidad no existe. Honestos son los perros que te
chupan porque quieren comer. Lo humano cuando es perro es honesto, pero cuando
es humano se confiesa. Toda la cultura es una confesión: lo humano se pide
perdón a si mismo, pero incluso ese pedido es siempre parcial. Todo lo
imposible se arrastra sobre las posibilidades de lo posible. Vivimos arrepintiéndonos
porque todo siempre pudo ser de otra manera, pero la desidia ontológica puede
más y uno no mueve o ni siquiera sabe cómo podría hacer para mover. Quedamos
perplejos y en esa hiancia empezamos a llorar. Un llanto escondido es siempre
una confesión. Sabemos por qué lloramos, pero no lo sabemos con la mente y
entonces suponemos que no lo sabemos cuando en realidad lo sabemos porque el
saber se mueve por otros lados. Se mueve por lo imposible. Y son esos lados los
que desacomodan toda estantería que se mantiene en pie gracias a esos dos
pilares en los que uno tanto cree y que un día o un minuto o un segundo, cuando
los fuimos a revisitar, ya no estaban. Confieso que creía, pero no se por qué
ya no creo más, o más bien paso a creer en otra cosa, ya que la desvinculación
absoluta es también una creencia y si dejo de creer en lo que creo es porque
estoy creyendo ya en algo más aunque todavía no sepa en qué. Solo debo abrir la
boca y vomitar palabras. Solo debo vomitar. A mi las palabras me dan miedo porque
todo me da miedo y porque todo es palabra. A mi el vómito me da miedo porque
tengo miedo que un día me salga de adentro todo lo que no tengo y que es lo
único que desearía seguir sosteniendo. A mí. Necesito confesarme sin ser yo.
Creo que la única confesión posible es aquella donde otros hablan por mí. Desde
mí. Solo cuando yo me confieso, no me confieso. El vómito también es de los
otros. Llegará el día en que por suerte todo se olvide. Solo el olvido no se
confiesa. Sobrevivir es un acto de olvido. Necesito pedir perdón por todo lo
que olvido y en especial por este olvido constante con lo que me rodea. No se
trata de un olvido amnésico, ya que recuerdo lo que olvido. Se trata otra vez
de una ontología. Todo resulta demasiado escabroso como para que, además,
debamos hacernos cargo de lo que igual nos excede. El problema no es el mundo
sino la falsa responsabilidad que enajenamos de creer que nunca moriremos si
nos hacemos cargo de todo. ¿Pero qué es hacerse cargo de todo? ¿No es no
hacerse cargo de nada? ¿Quién entrará al cielo al final? ¿Aquel que se la pasa
lamentándose o aquel que se la pasa haciendo cosas creyendo que de ese modo
está haciendo cosas? ¿Aquel que se vomitó encima o aquel que como en ese poema
de Baudelaire, regaló la moneda falsa? Sí, la moneda falsa. Esa que entregamos
todo el tiempo a todos en el tiempo. Toda confesión es una moneda falsa. Toda
moneda es falsa. Toda confesión es una moneda. Pero todo intercambio nunca es
honesto y por eso los perros no utilizan monedas. Los perros no se confiesan.
Quiero ser un perro. Soy un perro. Confieso que soy un perro. No soy un perro.
Espero que algún día alguien me perdone. Espero que algún día pueda perdonarme.
Espero que algún día el perdón pueda perdonarme. Soy casi un perro, creo que lo
voy a lograr. La palabra definitivamente no sana, sino enferma. La palabra
enferma la palabra. Algún día dejaré de hablar. Algún día todo será vómito…
publicado en Casquivana Nº 4
http://www.casquivana.com.ar/
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No tiene nada que ver con el post... pero cuando te veía en la tele me hacías acordar a un profesor de Teoría y Estado si mal no recuerdo, en la sede Drago, que nos contaba que iba a tener una hija y le iba a poner María. (En esas épocas yo estaba secretamente enamorada de él).
ResponderEliminarhoy MARIA tiene ya casi 15 años...
Eliminar¿O sea que sos vos? ¿Mi memoria no me falla? ¡Pensé que eras re parecido y hablabas parecido, nunca pensé volverte a ver por Encuentro!. Sos el único profesor del que me acuerdo de ahí. No sé por qué me quedó tanto de lo que nos enseñaste.
Eliminarmuy bueno, me encantan los textos que parecen los pensamientos fotografiados. Igual no sé cual es tu postura ante la religión, pero que te invadió en este momento está claro! Cuanta confesión, perdón, cielo.... lo único que te faltó fue el sacrificio y estabas completo! jaja. besos! BarbVH
ResponderEliminarPorque en lugar de analizar la vida, no la vivis y te dejas de joder?? A vos me parece que te rompieron el corazon, y por eso te pusiste a filosofar tratando de encontrarle explicacion a TODO. Get a life.
ResponderEliminarSi dices vivir la vida... Por qué juzgas la vida de otro que al analizar la vida ya demuestra que la vive?? Me parece que tu no tienes vida, o que no la vives lo suficiente como para tener que meterte a una página y desahogar todo tu pesar... Al parecer al que le rompieron el corazón fue a otro, porque bastante amargado es tu comentario... referente a un escrito bastante bueno a mi opinión.
Eliminar¿Y por qué no vivís vos la vida y te dejás de hacer de crítico liteerario? Es tiempo perdido, esconderse detrás de un anonimato cuando alguien que sabés que te supera intelectualmente, rasguña tu ego. Te alborotan las cualidades ajenas. Pena por vos.
EliminarLas palabras no son palabras, pierden sentido en la más inmediata materialización llamada "lenguaje".
ResponderEliminarSaludos Dario.
gracias, saludos!
EliminarLo fenomenal de tus textos es que me movilizan a pensar-ME.
ResponderEliminarLa reminiscencia que me vino al leerte fue Pizarnik con su frase "Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia".
Gracias.
Sos un grande, Darío.
ResponderEliminarLa foto del Ictus de tu página de Facebook me encantó.
ResponderEliminarLas palabras son ..palabras...
ResponderEliminarNo son ni buenas ni malas, sino que lo que cambia es el sentido de acuerdo a una multiplicidad de variables, algunas congruentes, otras no tanto y otras ninguna..
También hay que destacar que la modificación del sentido de la palabra está dado por el receptor, que es el que le pone el valor a ella, pues el mensaje está siempre en el. (al receptor me refiero)
Me gustó la nota.
Abrazos desde Menorca...Sil
Vengo desde otro blog donde te enlazaron y me gusto mucho tu pensamiento te seguiré...
ResponderEliminarQue genio este tipo ... Me voy a dormir feliz
ResponderEliminarComo un preso voy a ver
ResponderEliminara través de la pared;
como un perro tengo que mirar
Tengo un rito y no un lugar
tengo un rito y no un lugar,
como un perro tengo que buscar
Mi alimento ya no es tal,
mi alimento ya no es tal:
sólo como sobras de tu amor
Y es que odio el aerosol
que combate tu calor,
como un perro tengo que mirar
Tengo envidia de ese jean
que te sujeta para sí,
como un perro tengo que reír
Sólo quiero que me des
una cucha de hormigón,
quiero ser un perro en tu jardín
Y es que odio ese sillón
que se banca tu tensión,
como un perro tengo que ladrar
Ladrar
Ladrar
(Fragmentos de "Como un perro", de Spinetta
Excelente el post, querido maestro. Abrazo grande)
Gracias por regalarnos este pseudo-vómito. Me encantó; siempre tus notas, videos y demás me impactan, me conmocionan de cierta manera, me dejan pensando.
ResponderEliminarEsta nota, me hizo acordar a Pizarnik, con su eterna impotencia frente a las palabras, frente a no poder encontrar los símbolos necesarios para expresar todo su ser, todo su mundo y sin embargo, hacer de esas escasas palabras y símbolos, maravillas.
Saludos!
A vomitar entonces!
ResponderEliminarEscalofriante a la vez que libertador tu texto, al final de todo llego a la conclusión de no pocos hombres: la palabra es un instrumento para darle "orden" y sentido a las cosas, una constante reafirmacion de nuestro ser, en la mayoría sigue intereses personales pero en todos los casos un ejercicio frustrante e inacabado porque al plasmarlo ya dejamos de ser el que eramos en fin hay mejores cosas que la palabra... Saludos desde Lima
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