(A propósito de la presentación de libro de Claudio Martyniuk, Estética del nihilismo. Filosofía y desaparición.
La presentación del libro en la ex-ESMA, llevaba el siguiente título: "¿Es la ESMA un espacio para presentar un libro?")
La presentación del libro en la ex-ESMA, llevaba el siguiente título: "¿Es la ESMA un espacio para presentar un libro?")
- Me voy.
- ¿A dónde vas?
- Me voy a presentar un
libro.
- ¿A presentárselo a quién?
- A un amigo.
- ¿Pero de quién es el libro?
- De mi amigo.
- No entiendo. ¿Qué significa
“presentar un libro” de un amigo a un amigo?
- No. Voy a presentar el libro
de mi amigo ante una cantidad de invitados que vienen a la presentación.
- ¿Y a qué van los invitados?
- A escuchar sobre el libro.
Por eso voy a presentarlo.
- ¿Pero, ¿y para qué te van a
escuchar a vos hablar sobre el libro? Si lo que quieren es saber sobre el
libro, ¿por qué no lo leen? ¿No está todo lo que un libro tiene para decir en
el libro? Si vos presentás el libro, estás como escribiendo otro libro sobre el
libro de tu amigo. Y en ese acto, lo que vos digas sobre el libro, esté bueno o
no, ya no es el libro de tu amigo. O sea que la presentación de un libro cae en
una tremenda paradoja: si hablás del libro, ya no es el libro. Y si no hablás
del libro, no hay presentación. No se puede presentar algo que ya está presente.
Salvo que lo leas. ¿Vas a leer el libro de tu amigo? ¿Vas a leerlo tal como
está escrito, párrafo por párrafo?
- No. Eso ya no sería una
presentación. O más bien, sería la única presentación posible, ¿no? Cada uno de
nosotros leyendo una parte del libro y presentándolo en su totalidad. Todos
escuchando cada letra para que la presentación sea realmente una presentación. Pero
entonces, tendrías razón vos. Estaríamos duplicando la escena. Toda
presentación de un libro anula al libro. Para que haya presentación, el libro
tiene que desmarcarse, desensimismarse, salirse de sí mismo. Está claro: nadie
que viene a la presentación de un libro, viene por el libro…
- Bueno, no te lo tomés tan a
la exagerada. No es lo mismo estar en un espacio escuchando la lectura de un
libro con múltiples voces, tonalidades, incluso hasta errores de lectura que
nos abran recorridos imprevisibles, que estar uno con su libro a solas,
leyéndolo cuando uno quiere y como uno quiera. A propósito, ¿en qué espacio se
presenta el libro?
- En la ESMA. O ex ESMA. En
el predio donde estaba la ESMA. En el predio que no puede ser un predio. Donde
estaba la ESMA que ahora es la ESMA, pero ya no es la ESMA…
- ¡Qué extraño, presentar un
libro en la ESMA! ¿Y de qué se trata el libro?
- Se llama Estética del nihilismo.
- ¿Es sobre Nietzsche?
- También. Y sobre
Wittgenstein, pero sobre todo trata la problemática de la desaparición y la
posibilidad de representación de la desaparición.
- ¿Vas a presentar un libro a
la ESMA que habla sobre las desapariciones en la ESMA?
- No. Peor. Voy a presentar
un libro a la ESMA que habla entre otras cosas de las desapariciones en la
ESMA, pero bajo el título: “¿Es la ESMA un espacio para presentar un libro?”
- Depende…
- No te estoy preguntando. Es
el nombre de la convocatoria…
- Es que no puedo no
responder una pregunta así. ¿Cómo alguien va a presentar un libro en la ESMA
bajo el título de si es la ESMA un espacio para presentar un libro? Ya está
respondiendo la pregunta desde el momento en que lo está presentando. Y aunque
las conclusiones que saquen todos sea que la ESMA no es un espacio para
presentar un libro, desde el segundo en que realizan la presentación,
convierten a la ESMA en un espacio para presentar un libro…
- ¿Pero entonces por qué
decís “depende”?
- Porque todo depende de cómo definamos los términos. Tu
amigo no es ingenuo. La pregunta es, ¿qué es lo que pretende problematizar? ¿Si
es la ESMA un espacio para presentar un libro? ¿Si es la ESMA un espacio donde
algo pueda hacerse presente? ¿Si la ESMA es
un espacio? ¿Si la ESMA es la ESMA?
- ¡Me estás cargando! ¡La
ESMA es la ESMA!
- ¿Te parece? ¿Es esta ESMA,
aquella ESMA? Evidentemente, no; y al mismo tiempo sí. El espacio es el mismo.
Incluso se mantiene el nombre aunque ya no sea una Escuela de Mecánica de la
Armada. El espacio es el mismo pero en aquella ESMA se difuminaba el espacio,
mientras que en esta ESMA el espacio está fuertemente representado. Pero
entonces, cambiaría la pregunta: ¿representa esta ESMA a aquella ESMA? O peor,
¿qué significa “representar”?
- Creo que, según la
etimología, se trata de una repetición: esta ESMA vuelve a hacer presente
aquella ESMA.
- Claro; es la definición más
cotidiana de la palabra “representación”. Representar es volver a hacer algo presente.
¿Y qué deberíamos volver a presentar en la ESMA?: ¿el horror?, ¿la muerte?, ¿la
ausencia? ¿Cómo se vuelve a hacer presente lo ausente? Fijate que hay, sin
embargo, otro uso del término “representación” donde el prefijo “re” tiene un
sentido no repetitivo, sino intensivo. Quiero decir: representar es intensificar
la presencia, presentar algo con más intensidad. O sea; representar sería
afirmar una presencia, hacerla más firme. ¿No es aquello o aquel que nos representa justamente quien o que
captura nuestra esencia, alma, estructura, verdad, fundamento, o lo que sea?
- Ya nadie habla de esencias,
querido…
- Está bien, pero me
entendés, ¿no? Las palabras siempre son fantasmas. Se supone que esta ESMA que
no es aquella ESMA, sin embargo es también aquella ESMA, ya que la representa,
o sea, captura su función, su propósito (estoy buscando hablar de esencias sin
hablar de esencias), y lo evidencia, lo presenta.
- ¿Te parece?
- No, no me parece. Solo digo
cuál es el preconcepto implícito.
- ¿Y por qué no te parece?
- Mirá. Hace unos años estuve
recorriendo los campos de exterminio en Polonia. Cuando llegué a Birkenau,
había algo en la forma en que el turista se movía que no me cerraba…
- ¿Turista?
- Y sí. Eramos todos turistas.
De hecho, los polacos de la ciudad de Auschwitz (Oswiecim), vivían su vida
junto al campo: jugaban a la pelota, vendían algo caliente, iban al dentista.
- Pero es fuerte la palabra
“turista”…
- Es que además todos los que
recorríamos los campos éramos de otros países. Llegábamos en micros (podría
haber sido en trenes), ingresábamos al campo pulcro. Todo está muy limpio en
las calles de Birkenau. Impacta. Casi como si hubiera una planificación de la
limpieza. Impacta ver los tachos de basura sistemáticamente diseñados en su
ubicación para que los turistas arrojen sus desperdicios. Casi una
representación. Una representación no querida. Casi…
- No te entiendo…
- En un momento nos llevan al
espacio donde los judíos hacían fila para que les marcasen a fuego el número en
el brazo. ¿Y sabés qué? El lugar estaba lleno de turistas, así que todos en
este Auschwitz hacíamos fila para ver el lugar donde en aquel Auschwitz todos
hacían fila. El dispositivo es el mismo. Eso aterra…
- Yo solo iba a la
presentación del libro de un amigo…
- Es raro tu amigo. No solo
porque presenta un libro en la ESMA sino porque lo presenta cuestionando la
propia presentación. La hubiera hecho en la puerta. O por whatsapp. Nada es
presentable en el lugar donde se exterminó la presencia. O al revés, solo algo
es presentable, si se presenta en la figura de la evanescencia. Del retiro.
Incluso del silencio. No se puede representar el fin de toda representación,
dice Nancy, porque en la ESMA, como en muchos otros campos, se alcanza un
umbral imposible: se comprende que todo aquello que nos define es también todo
aquello que nos destruye. La curva llega a su fin: el ser humano no es más que
ese despojo que a pesar de sus sucesivos intentos de extermino, aún continúa. A
su pesar. Como un resto…
- ¿Cómo un resto? ¿Cómo ese
papel de chicle que alguien arroja en el tacho de basura del lugar donde se lo
humano se hizo presente como basura?
- No. Como la angustia de tu
amigo al comprender que su libro solo podía ser presentado en la retirada de la
pregunta sobre la presentación del libro…
- ¿Un libro es un resto?
- No. La angustia es un
resto. Una pregunta es un resto. Un amigo es un resto.
- Me voy. Voy a llegar tarde…
- Tranquilo. Ya es tarde. O como diría Nancy: hay una
pos-dictadura, pero no hay una post-ESMA (hay una posguerra, pero no hay un post-Auschwitz). Ya se llegó al final de la presencia
cuando se hizo presente la ausencia. Siempre va a ser tarde. Solo dale un
abrazo a tu amigo. Y a los amigos de tu amigo. Y a todos esos amigos que ya no
están, pero que podemos abrazar solo por estar aquí hoy en la ESMA.
Gracias Dario, me encanto..Siempre es un placer y un lujo leerte
ResponderEliminarGracias mil gracias, te abrazo fuerte. Gracias. Por ésto, por lo que nos brindas con tu conocimiento, por tu humanismo, Lloro. Gracias.
ResponderEliminarDarío, como bien señalás, esto parecería ser el colmo de la paradoja... solo queda la retirada y con ella el silencio, solo quedan los cuerpos que se estrechan en vivos abrazos conjurando,la muerte. Eso es todo!. Lo único! Gracias por hacerme pensar!!!
ResponderEliminarcomo siempre Darío, grosso total...! admiradora entrerriana en deuda con Ud.
ResponderEliminarMuy bueno el diálogo y como las preguntas habilitan a pensar los sentidos de lo que muchas veces naturalizamos...
ResponderEliminarInteresante. Conoces a luis diego fernandez?es un filosofo joven de tu generacion,que suscribe al anarcocapitalismo de rothbard,seria interesante un dialogo critico entre los filosofos jovenes como el,vos,tatian,rozitchner y adamovsky. Creo que se perdio ese dialogo tan fructifero que se daba en la cultura de los 60, 70 y un poco en los 80 ,que pienso que era enriquecedor desde revistas como contorno,sur,punto de vista,el porteño etc. Hoy incluso la tecnologia es aunas propicia para un dialogo mas multitudinario de ida y vuelta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Adrian.
Buenas noches.
ResponderEliminarSi alguno conoce el mail de Darío me lo pordrían pasar? o al menos donde poder escribirle.
Muchas Gracias.
Lic. Silvia Cevallos Ramírez