Pensar la juventud es pensar el tiempo, no tanto por
tratarse de un período de la vida, sino porque cualquier cosa que digamos de
ella, se encuentra siempre enmarcada en una cierta concepción del tiempo. No
hay una única manera de pensar el tiempo, aunque haya una dominante. Por
ejemplo, no es lo mismo pensar la vida como un proceso que se va desplegando con
los años, donde cada nueva etapa supera, contiene y ejecuta las anteriores; que
pensarla como una explosión de acontecimientos inaugurales, donde una y otra
vez pretendemos volver a empezar. En el primer caso, la juventud sería la etapa
donde se plantean los proyectos cuya consumación siempre se realiza en la
adultez. En el segundo caso se trataría más bien de recuperar la juventud para
revolucionar el momento y volver una vez más sobre el origen. En el primer
caso, ser joven es la postulación de un proyecto que debe sustanciarse a lo
largo de la vida. En el segundo caso, la vida suele perderse en proyectos de
otros y por ello recuperar nuestra capacidad inaugural e inédita es un acto
revolucionario.
Giorgio Agamben sostiene que una verdadera revolución tiene
que empezar revolucionando nuestra concepción del tiempo. Para eso retoma a
Walter Benjamin y su crítica al tiempo como secuencia lineal que solo parece
cobrar sentido en su realización productiva. Como si el tiempo existiera para
que el ser humano fuera produciéndose a sí mismo según el modelo de la
productividad industrial: de joven creí que tenía que ser médico, filósofo,
contador o artista, y la vida es esa cadena de montaje donde me voy produciendo
según los cánones de calidad vigentes. Impresionante metáfora de claras
reminiscencias cristianas que entiende que el sentido de la historia del mundo
solo se encuentra en su salvación final: sobre todo porque en la juventud
parece haberse producido el pecado. Por eso para Benjamin, interrumpir el
tiempo es sacarlo de la linealidad donde cada etapa parece poseer entidad en la
medida en que preceda a otra más plena.
De hecho, tal vez lo interesante sea poder sustraer a la
juventud de estos esquemas productivistas y que ser joven no sea una etapa más
a superar en una madurez que siempre la completa o la redime, ni que tampoco
cargue con el peso del productivismo utópico: ser joven es apostar por las
utopías y emprender su praxis en la historia. Plantearnos en la juventud el
proyecto de ser o empresarios o revolucionarios, y después medir cuán cerca
hemos estado de su concreción, hacen de ambos proyectos lo mismo: subsumen cada
etapa en una totalidad que no nos pertenece.
Tal vez se trate de recuperar de la juventud su espíritu
inaugural. Hay un tiempo de comienzos, de proyecciones, de originalidad, de
invención que vale en tanto tiempo de inicio. Los inicios no necesariamente
valen en la medida en que produzcan algo después. Se puede pensar al revés:
recuperar el inicio es una forma de desmontar aquellos proyectos que en una
cultura dominada por el éxito, la estrategia
y el cálculo, han ido perdiendo su propósito originario. Ser joven es
poder cada vez desmarcarse de los discursos hegemónicos para buscar volver
sobre el sentido. Cuestionar es una manera de interrumpir. Interrumpir es una
figura de la política.
Pensar la juventud es también pensar la política, pero en
ese registro según el cual la política es la exigencia de lo imposible. Lo
imposible no tiene que ver con un ideal utópico irrealizable, sino todo lo
contrario: tiene que ver con poder distanciarse de las concepciones lineales que
solo dan lugar a lo posible. Hay una novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero, que
se construye con la narración de diez comienzos probables, todos muy diferentes
entre sí, y la novela solo es eso, el encadenamiento de sus diez probables
inicios. Algo en el tiempo se desarticula cuando a lo largo de la vida nos
damos la posibilidad de esa imposibilidad: volviendo cada vez sobre el origen,
nunca dejamos de ser jóvenes.
Publicado en Perfil, 31 de Diciembre del 2012
estaba buscando esta nota, cuando la lei me gusto mucho, y acá me encuentro con ella nuevamente...
ResponderEliminarEstoy haciendo actualmente un tp en relación con la tecnologia las redes sociales y su relación con con lo negativo y positivo, recuerdo una nota tuya en basta de todo donde hablas de eso, sabes si esta subida en algun lugar? un saludo y siempre es lindo pensar y leerte , leerte y pensar!
La reflexión sobre la juventud que propones es profunda, ya que plantea dos formas de entender el tiempo y su relación con ser joven: por un lado, una visión lineal, donde la juventud es una etapa de proyectos a realizar en la adultez; y por otro, una perspectiva más disruptiva, donde la juventud es un acto constante de renovación y revolución. Este enfoque cuestiona la idea de que la vida debe seguir un modelo productivo, tal como señala Giorgio Agamben al retomar las ideas de Walter Benjamin. Lo interesante es pensar que la juventud no debe estar atrapada en un ciclo de etapas que se completan una tras otra, sino que puede recuperar ese espíritu inaugural, esa capacidad de interrumpir los discursos dominantes y buscar nuevos inicios. En ese sentido, pensar la juventud es también pensar la política, entendida como un espacio para lo imposible, donde lo importante no es avanzar hacia un fin determinado, sino poder volver una y otra vez al origen, cuestionando lo establecido.
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