Uno de los tópicos que más circulan para caracterizar la
última década en nuestra sociedad es el de un “retorno de la política”. La
filosofía puede aportar al análisis de este acontecimiento a través de algunas
problematizaciones y algunos marcos conceptuales como el que se propone por
ejemplo en los pensadores de la biopolítica. Primera cuestión: ¿es lo mismo la
política y lo político? Se podría distinguir entre la política como el conjunto
de prácticas e instituciones que intentan expresar o representar a lo político,
entendido este último como las fuerzas de poder y de transformación de lo
humano en su vínculo con el otro. Habría, por un lado, una zona más bien
ontológica de lo político ya que nuestra condición se juega en los vínculos con
el otro, y habría por otro lado toda una serie de dispositivos que intentan interpretar,
encauzar, darle forma a esa fuerza transformadora. La pregunta entonces podría
ser: ¿la política representa a lo político? ¿Lo encauza o lo debilita? ¿Lo
realiza o lo traiciona? O peor, ¿no está el problema en la misma idea de
representación que atraviesa toda la política moderna?
Segunda cuestión. Tal vez cuando hablamos de crisis de la
política tradicional estamos hablando de estas fisuras: lo político excede a la
política. La excede porque lo político es fuerza, devenir, exceso, desborde,
negación. Este es un problema de base: lo político es contradictorio, pero la
política no. O por lo menos intenta justamente generar una contención, un
orden, un funcionamiento que lentamente se va develando imposible.
Lo interesante es lo que se genera a partir de esta crisis:
la irrupción de la antipolítica. La antipolítica sostiene que ante esta
imposibilidad la política debe retirarse. Ha perdido su propósito y se ha
corrompido. Sus contradicciones muestran su ineficacia por contener a lo
político. Por ello se trataría de un retiro de la política en función de una
potenciación de lo que la antipolítica considera las formas naturales del lazo
social: el mercado. Pero el argumento esconde tal vez su principal supuesto: la
antipolítica es una forma de la política. Donde menos se supone que se hace
política, más se juega lo político. El mercado es una forma de interpretar los
lazos sociales. Negar la política es continuar dentro del paradigma que supuestamente
está en crisis. Es muy similar al caso del ateísmo que niega la existencia de
Dios y construye en ese acto por negación otra certeza. El problema no es Dios
sino la verdad: la del creyente y la del ateo. ¿Se puede ser religioso por
fuera del paradigma de la verdad? ¿Se puede apostar a lo político
reconfigurando de raíz el lugar de la política?
Roberto Espósito habla de una deconstrucción de la política.
Deconstruir para producir la apertura por donde pueda emerger lo político.
Deconstruir las formas de la política tradicional es profanarla, mostrar sus
tensiones: profanar para sacralizar. ¿Por qué? Porque muchos de los grandes
tópicos de la política tradicional han sido cómplices de su propia crisis. Por
ejemplo, postular que la democracia representa la naturaleza esencial de los
vínculos humanos es contradecir la idea de una democracia como ejercicio de
reinvención permanente como demolición de todo dogma. Por ejemplo, la
distinción taxativa entre un bien que combate al mal, cuando el mismo bien
necesita de ese mal para seguir afirmándose en la distinción. Lo peor que le
puede suceder al bien es vencer definitivamente: el mal es necesario porque los
buenos somos siempre nosotros.
Deconstruir la política nos brinda otra opción frente a la
crisis de la política tradicional y sobre todo frente a la opción de la
antipolítica como única salida de la crisis. Espósito lo llama lo impolítico. O
como sostiene cierto feminismo: lo personal es político. Se trata de una
repolitización que evidencie la condición política de nuestra existencia, con
sus tensiones, sus aporías, sus paradojas. Allí donde se supone que no se hace
política, allí es donde más se juega lo político: en el hogar, en la escuela,
en el barrio, en una red social, en la calle.
Texto publicado en el diario Tiempo Argentino en 2015
Me rompiste el corazón, sos peronista. Leyéndote tan crítico es que creí que ningún ismo podía con vos, podía convencerte, conformarte. Teniendo en cuenta que los ismos no son abiertos, no estan predispuestos tanto en la teoría como en la práctica a deconstrucciones concretas. Apoyar un ismo es legitimarlo en todas sus aristas. Me cuesta mucho entender como alguien que se dedica a desmenuzar lo dado por hecho sea peronista, teniendo en cuenta que perón tenía vinculo con los personajes más paupérrimos de la historia política y con el mecanismo para coptar a la clase trabajadora más sutil que se ha visto en la historia de Argentina. Aún veo como agitan la bandera Argentina, un nacionalismo equivocado. Una construcción de subjetividades masificadas,moldeadas. El peronismo como herencia familiar (la institución mejor formadora de sentido común por generaciones y generaciones), la familia como molde básico para reproducir la cultura que le hace falta al sistema para seguir funcionando. Pero en fin.. Aún creyendo que son oposición en los lugares donde se decide el presente y el futuro del pueblo, ahí donde la cosa se ve catalizada..donde el discurso debe transformarse en acción, ahí es donde le votan las leyes a Macri. Votan afirmativamente leyes creadas para degradar nuestras vidas (fondos buitre por nombrar uno de los ejemplos) y aumentar el volumen de sus bolsillos atorados. Y si no votan afirmativamente, faltan y dan quórum a cuestiones como la reforma provisional. Es una lástima que a pesar de muchísimas lecturas y análisis no veas que el bosque, ese que ves, no esta compuesto de la manera que todos quieren creer. Me tomo el atrevimiento de interpretar y metaforizar lo que creo que me rompió el corazón.
ResponderEliminarPrevisional *
ResponderEliminarDarío, ¿no te parece que el aborto involucra un acto político? ¿Donde en el marco por el cual se mueve la decisión de abortar hay una interpretación de la vida que se desliga de las formas tradicionales, proponiendo así un nuevo discurso, o ya que estamos, nuevas narrativas en cuanto a la vida?
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